13/3/16

EVASIÓN Y CREACIÓN

Aún recuerdo aquella vez que viajé a Finlandia, a su capital exactamente, Helsinki; esa ciudad fundada en el 1550, que pasó a ser la capital en el 1812. Habitada por 620.000 helsinguinos, es la ciudad más grande de Finlandia. Está bañada por el Mar Báltico y rodeada por 300 islas.

Helsinki es la capital de Finlandia y la Capital del Diseño. Es la octava ciudad mejor para vivir y la primera en educación mundial. Hay una gran convivencia religiosa formada por ortodoxos y protestantes. De hecho, los edificios más conocidos de este país son sus catedrales Tuomiorkirkko y Uspenski, encaradas, a muy pocos metros la una de la otra.

Lo primero que sentí al llegar a este país fue su gélido clima, y eso que Helsinki está situada al sur de Escandinavia, una zona templada gracias a los favores del mar de los grandes golfos de Botnia y de Finlandia.

Tuve suerte de ir en invierno, ya que así pude apreciar la magia de la ciudad blanca, cubierta entera de nieve. Todos los lagos, ríos y mares estaban congelados. No era un frío desagradable, ni mucho menos, el clima acompaña tus excursiones, te acompaña hasta el punto que te adaptas a él, hasta el punto de no sentirlo. Estas temperaturas constantes durante la mayoría de los meses me permitieron pasear por encima de los lagos. La plaza más bonita es sin duda Kauppatori, también conocida como Plaza de los ferries, desde la que puedes atravesar el mar y llegar a Suomenlinna, la isla militar por excelencia del país. Ambas imágenes son las más populares de la ciudad.


Cuando salía a comer a un restaurante, los platos eran bastante  extraños y exóticos, por ejemplo, el reno con lingonberries es algo frecuente en los menús, y yo nunca lo había visto. Probé comidas nuevas, y prácticamente ninguna me resultó insípida ni me decepcionó.
Me fue fácil comunicarme con la gente de allí, ya que no sólo hablan finés, sino que también se comunican en sueco y en inglés. Todas las personas son bastante simpáticas y hospitalarias.

El último día me dirigí a las saunas para relajarme un poco. Allí, un entrañable finés me estuvo explicando a cerca de esto. La sauna finlandesa es algo más que un habitáculo de madera lleno de aire seco y caliente. Es toda una institución, un orgullo, un pilar en el que se sostiene la cultura popular. Es la palabra de origen finés más conocida en el mundo.

No tuve tiempo de viajar por los alrededores de Helsinki, pero me hubiese gustado ver más cosas además de esta asombrosa ciudad, por ejemplo los territorios de Porvoo, Tampere, Turku y la famosa y original fábrica de Nokia.



2 comentarios:

  1. Muy buen texto Alejandro, has explicado perfectamente como te sentías en aquellos días. ¡Ojalá todos tengamos la oportunidad de viajar a Finlandia alguna vez!
    Un saludo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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